lunes, 28 de noviembre de 2016

El “dictador” de la Dignidad

Por Ariel Soler Costafreda



Embajada en Rusia: moscovitas muestran su amor por el Comandante en Jefe Fidel Castro
“¡Qué monstruos!, no saben la inteligencia, el carácter, la integridad que han asesinado…”, escribía desde la Sierra de Maestra Fidel Castro Ruz, Comandante en Jefe del Ejército Rebelde, el 30 de noviembre de 1957, al conocer la muerte de Frank País, en el callejón del Muro (Santiago de Cuba) a manos de los esbirros de la tiranía de Fulgencio Batista.

La frase retumbó en la madrugada de este 26 de noviembre cuando la Calle 8, de Miami, se volvía un carnaval y pequeños monstruos, a veces no tan pequeños, exhibían una euforia salvaje: Miserables estúpidos –diría hoy- no saben la dimensión del hombre que partió a la eternidad para hacerse presente y futuro en millones y millones de habitantes del planeta.

“Los hombres van en dos bandos: los que aman y fundan, y los que odian y deshacen”, sentenció José Martí. A los segundos pertenece la jauría de la Pequeña Habana, seguidora de fascistas como Ileana Ros-Lehtinen, congresista USA, que públicamente abogó por el asesinato de Fidel, y respaldó siempre a Luis Posada Carriles y Orlando Bosch Ávila, connotados terroristas internacionales, responsables de la voladura del avión de Cubana frente a las costas de Barbados el 6 de octubre de 1976.


Qué horror: a coro festejan la muerte del hombre que hoy llora toda Cuba y millones en el mundo y por quien el Papa Francisco expresó sentimientos de pesar acompañados de condolencias a Raúl, al Gobierno, a los “familiares del difunto dignatario, y al pueblo de esa amada nación.
 También el Santo Padre ofreció “plegarias al Señor por su descanso” en tanto confiaba “a todo el pueblo cubano a la materna interseción de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre patrona de ese país”.

Pero los malos cubanos del norte, asesinos o descendientes de la estirpe de Batista, cuyo despótico y cruel régimen el Guerrillero del Tiempo exorcizó, están de fiesta y blasfeman, califican al Líder de Tirano o Dictador, como si alguna vez gobernara sin el apoyo mayoritario de su pueblo.

  Que esperar de ellos cuando su impredecible y aún no estrenado presidente, Donald Trump, irrespetuosamente calificó al fallecido Líder cubano como "brutal dictador" que "oprimió a su propio pueblo", mientras contra toda ética y sentido común aseguró que su fallecimiento deja "un legado de fusilamientos, robo, sufrimiento inimaginable, pobreza y negación de derechos humanos fundamentales”. 
  ¡Qué ignorante anormal tendremos por adversario!

Jauría de Miami: los que odian y deshacen
Sepan, borricos, analfabetos políticos, iletrados etimológicos que Déspota define a la persona que se arroga poderes políticos apoyado en la fuerza, que contra Derecho obtiene el gobierno y abusa de ese poder, superioridad o fuerza, algo que recuerda, sí, el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952, época que añoran porque proceden de allí, son génesis del batistato.

Fidel Castro Ruz, nada tiene en común con Augusto Pinochet (Chile), Jorge Videla (Argentina), Alfredo Stroessner (Paraguay), Hugo Banzer (Bolivia), Anastasio Somoza (Nicaragua), Francois Duvalier (Haití), Rafael Leonidas Trujillo (República Dominicana) o Fulgencio Batista Zaldívar (Cuba), excelentes hijos de… Estados Unidos, que masacraron a sus pueblos siguiendo los dictámenes de Washington y la CIA.

El Líder Cubano, concuerdo ahora, es un Dictador, porque dicta a los pueblos conferencias magistrales de antimperialismo, dignidad, soberanía, independencia, solidaridad, internacionalismo. Porque enseñó a los cubanos a jamás ponerse de rodillas, ni temblar; a resistir el genocida bloqueo y las vicisitudes económicas, ataques terroristas, crisis de misiles; dignificó la Patria y demostró, tal como predijo Martí, la importancia de Cuba en los destinos del Mundo.

Enseñó a su pueblo a desarrollar la ciencia y el conocimiento, a ser culto, altruista, le inculcó altos valores patrióticos y a sentir en mejilla propia la ofensa imperial a cualquier de los pueblos del mundo.

Cuba, por la obra de la Revolución y Fidel, brilla en el concierto de las naciones y aunque desde 1959 Estados Unidos trata de rendirnos por hambre y necesidades, provocar el descontento del pueblo y el rechazo a sus líderes, la Isla exhibe indicadores de primer mundo en muchísimos aspectos del desarrollo humano, sin dejar de compartir lo que tiene, porque nada le sobra.

La Revolución Cubana despertó la América, liberó al África del apartheid y sembró amor, educación y sanidad por todo el orbe. Ejemplos sobran en los millones que aprendieron a leer, recuperaron la visión, sobrevivieron al ébola, o reciben asistencia de 38 mil trabajadores de la salud en 76 países de todos los confines, acciones dibujadas e impulsadas por ese gigante que dice adiós, pero deja un legado irrenunciable, de palpitante actualidad y futuro.
Once presidentes, en 57 años, no pudieron con él y su pueblo. Intentaron asesinarlo en 640  ocasiones inútilmente. Cerró los ojos a sus 90 años y dejó un pueblo culto, políticamente sabio y una juventud preparada para seguir adelante, retoños vigorosos de su Caguairán inolvidable, continuidad imbatible para la jauría salvaje de apátridas.  Fidel, como Martí, en Cuba jamás dejará de existir.




Cuando un pueblo enérgico y viril llora la injusticia tiembla.




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