martes, 13 de septiembre de 2011

Amistades funestas


Cumbre G-8 de Iatalia en 2009: animado diálogo entre el presidente anfitrión y sus homólogos de Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos y Naciones Unidas, mientras posa distraida la próxima víctima.

¿Quién es Satán? Cualquiera se preguntaría al observar amorosas fotos de ayer circuladas por medios internacionales de prensa, prolijas en besos y apretones de manos, sonrisas repartidas… y en cuyo eje focal un hombre es común: Muammar al Gadaffi.
Indistintamente se ubican junto al satanizado líder libio, Barack Husein Obama, el emperador de los tiempos modernos; Silvio Berlusconi, el caballero de los escándalos sexuales; Nicolás Zarkozy, presidente francés; David Cameron, primer ministro británico, y hasta el coreano Ban Ki Moon, electo secretario general de la ONU, para promover la paz y devenido santificador de la guerra, en nombre de “la democracia y la protección de vidas civiles”.
Barack Hussein Obama: 
la sentencia en la mirada y
la sonrisa
Las gráficas muestran un Gadafi de rostro complacido, alegre frente a sus pares en los encuentros que hacen suponer relaciones pletórica de acuerdos mutuamente ventajosos, en todas menos una, la captada en la reunión del G-8, en Italia 2009, donde sus “amigos” prestan atención al Italiano, mientras el libio pierde la mirada, ajeno a la “cocina” de los perjuros.
 “…No se puede confiar en el imperialismo, pero ni tantito así, nada...”, reza lapidaria frase de Ernesto Che Guevara aplicable perfectamente a la situación que asesina por aire y tierra cada día al pueblo nordafricano, cuyo líder coqueteó con potencias que hoy le pasan cuenta para garantizar dominio geopolítico, asegurarse del petróleo y sacar del medio “estados canallas” calificativo endilgado a Libia por  Estados Unidos en 1980
La máscara cayó, ahora 
"ama" a Mustafá Abdul Jalil
La gran campaña mediática contribuyó a crear el estado de opinión que a la postre aprovechó el mal llamado “Consejo de Seguridad de la ONU” para bendecir la Resolución 1973, intervencionista y neocolonialista exclusión aérea sobre libia, violada por la OTAN con la venia de Estados Unidos, la cual incluyó más allá de “lo legal”: genocidas bombardeos, incursiones terrestres, apoyo a bandas mercenarias, reconocimiento del Consejo de Transición Nacional y hasta dar caza, al mejor estilo del Oeste americano, a Muammar al Gadafi, poniendo precio a su cabeza, viva o muerta.
¿Quiénes tienen mayor parecido con Satanás, Lucifer, Belcebú, Luzbel…?, el Líder que llevó los estándares de vida de su pueblo a los más altos niveles de Africa, o quienes practican el genocidio, ensayan el magnicidio y convirtieron en un Infierno digno de su Maleficencia a Libia, nación reducida a ruinas, impregnada del hedor de los cadáveres que llegan a sumar más de 50 mil en poco más de 120 días de bombardeos con armas que incluyen fósforo y uranio empobrecido, en nombre de “la protección humanitaria a un pueblo sometido a la Dictadura Totalitaria”.
Cómo se puede hablar de “dictadura”, “asesinatos” y ejecutar actos de lesa humanidad por los cuales sus protagonistas no responden ante tribunales internacionales en tanto se erigen Fiscales para imponer castigos a naciones pequeñas, cuyo verdadero crimen es poseer recursos minerales imprescindibles para los apetitos imperiales.
Tras los atentados de las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001, tragedia que cumple una década y cuya veracidad se cuestiona hoy día, Estados unidos inició su Guerra Mundial y arrastro a los acólitos en la cruzada, todos sedientos de nuevas reparticiones imperiales:
Refinada hipocresía
Afganistan, so pretexto de que el Talibán brindaba cobija al propio Frankenstein imperial, Osama Bin Laden y su organización Al Qaeda; Irak para derrocar a Saddam Hussein por “poseer armas de destrucción masiva”.  
Gadafi, ahora, demonizado antes y calificado como líder del  “estado canalla”,  no vio las barbas de sus vecinos arder, restableció las relaciones diplomáticas con Washington, creyó en sonrisas, alianzas, y “compromisos” con vecinos poderosos, peligrosos, desleales y codiosos y ve cumplirse el apotegma guevariano: en el imperialismo no se puede confiar ni tantito así.

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